Nos robaron. Este martes por la tarde dejamos nuestra poderosa Tsubame '94 en el estacionamiento del gimnasio olímpico del IDEA (Instituto del Deporte del Estado de Aguascalientes), como todos los días que nos toca llevar a nuestra pequeña a su clase, pero esta vez ya no encontramos el carrito cuando salimos, y nos costó trabajo asimilar el hecho de que nos habían robado.
Mi primer impulso fue irme por las calles a ver si me encontraba una patrulla, con unas ganas casi enfermizas de pedirle al patrullero que recorriera todas las calles de los alrededores para ver si encontrábamos nuestro carro. Pero no hubo patrulla, solamente caminé y caminé hasta que decidí tomar un taxi e irme a mi casa, donde ya estaba mi señora y mis niños, que gracias a su bendita inocencia no dimensionaban la pérdida sufrida, hasta que a mi niña le cayó el veinte de que se había quedado sin su muñeca recién comprada. Y sin útiles escolares, Y sin mochila, y sin uniformes, y poco a poco fuimos haciendo el inventario de esa gran cantidad de cosas de poco valor monetario pero de mucha utilidad que nos acompañaban día a día y que dejamos ilusamente dentro de la Tsubame, igual que diario, sintiendo que en esa pretendida extensión del hogar todo estaría seguro.
Fue un ladrón, un bato joven, según nos dijo alguien que vio cuando arrancó dificultosamente el carro y se lo llevó.
Debo reconocer que la policía se portó muy amable, cuando hice el reporte del robo al C-4 me atendieron bien y con paciencia. También llamamos a amigos, estaciones de radio y a mucha otra gente, esperanzados en que alguien viera nuestro vehículo, modesto pero con un valor de uso incalculable. Después fui a la Procuraduría del Estado, donde apareció la burocracia y se acabó la agilidad de las acciones anteriores, llegué poco después de las 20:00 y salí 3 horas y pico más tarde, pero ya estaba interpuesta la denuncia.
Al salir de la PGJE me entretuve un buen rato vagando por las calles que rodean al IDEA: El Cerrito, la colonia del Trabajo, el barrio del Estadio Victoria... En algunos lugares me llamó la atención que había mucha actividad, casi como si fuera de día, incluso en un parque había niños jugando en los columpios y señoras platicando en las calles aledañas, como si apenas fueran al mercado para comprar las cosas de la comida del día. Pero eran las 12:00 de la noche y mi sensación era de mucha preocupación, tal vez mi carro ya estaría desmantelado a estas horas.
En eso estaba cuando llamó mi esposa, después de un rato le entendí que ya habían encontrado la Tsubame y después de hablar con ella y con otro patrullero (también muy amable) me fui de regreso a la PGJE, con tan buena puntería que llegué cuando una grúa acababa de arribar llevando mi Tsubame.
Ahí estaba, parecía enterita y sana, pero al hablar con el policía de la grúa y convencerlo de que me dejara revisarla (nada más verla, porque hay cámaras y todo se sabe), me di cuenta que ya no tenía batería, ni catalizador, ni mochilas, ni loncheras... Entre otras cosas vi que quedó el estéreo (claro: yo me llevé la carátula), los asientos, el tablero completo, el motor, las llantas incluyendo la refacción, una blusita del uniforme de mi niña, un cuaderno y un folder de mi señora, por allá en el piso distinguí mi cedencial del trabajo y también vi que la alfombra estaba despegada en parte, ¡como si escondiéramos un tesoro en nuestro carrito! Ah, y también estaba tirado en el asiento del pasajero un candado pra el volante, doblado en clara señal de que ese artefacto no hizo invencible a mi carrito.
Me quedé hasta que los agentes del Ministerio Público levantaron su informe de inspección visual, según yo para estar muy listo, pero esos tipos no me dejaron ver ni por error lo que anotaron en su informe, y no tenían mucho interés en revisar exhaustivamente mi vehículo, pues ni siquiera se asomaron a la parte de abajo, aunque les dije que ahí estaba la llanta de refacción y que faltaba el catalizador. En fin, casi me daban ganas de quedarme a dormir junto a mi arañita, pero al final me regresé a mi casa a dormir.
Antes de irme me prometieron que al día siguiente podría sacar mi carro, yendo a la Agencia No. 1 del Ministerio Público, y en eso estaba cuando llegó otra grúa con un Tsuru, que también lo acababan de recuperar y que, como el dueño de ese carro no había interpuesto su denuncia ante la PGJE, en unos momentos más se iba a llevar su vehículo. "Suertudo", pensé en ese momento, y lo he seguido pensando hasta ahorita.
Al día siguiente me presenté puntual a las 8:30 en la Agencia No. 1, siguiendo las indicaciones de los policías nocturnos, y la burocracia me regresó a mi trabajo, avisándome que tenía que presentarme con ellos hasta las 13:30 horas. Ahí estuve a esa hora, corrí con suerte y me atendieron muy rápido, hice mi declaración comprobando que soy el dueño del carro recuperado, se asentó en mi expediente y me dijo la Lic. Ana, muy amable también, que mi Tsubame estaba lista para serme devuelta, pero solamente falta que los peritos hagan el avalúo del vehículo para saber el monto del daño, "es un trámite rápido y sencillo, pero lo van a hacer hasta que ellos tengan tiempo. Yo le hablo cuando pueda pasar a recoger su auto". Y aquí estoy, en la noche del sábado, platicando que mi carrito sigue acumulando tiempo en el corralón y yo también sigo esperando el día que los peritos tengan tiempo de ir y hacer el avalúo para que puedan liberarlo.
Justamente, hablando de la percepción de ciudades que crecen siguiendo el culto al carro, ahora agrego a mi percepción de esta ciudad la de que es un paraíso para los robacarros y ladrones de autopartes: En una tarde se llevaron mi auto, se pasearon, lo desvalijaron y lo dejaron tirado, se fueron y nadie les hace nada. Y yo, que quiero recuperar mi auto, ya llevo 5 días perdidos... Y los cobran, claro, por resguardar mi Tsubame en el corralón.
En fin, ya me desahogué, hasta luego.