El enojo es un monstruo que vive
dentro de ti, siempre tratando de salir. No piensa, no tiene paciencia, no
tiene empatía y no se preocupa por el futuro, al enojo solo le importa el
presente, aquí y ahora es cuando puede hacer lo que quiere y si no resulta
vuelve a explotar.
Cuando el enojo se desespera tu
cuerpo le queda chico, te cubre los ojos para que no veas más allá de lo que te
molesta y no pienses en las consecuencias de lo que puedes hacer. Cuando el
enojo se tranquiliza vuelve a esconderse en el fondo de tu ser, lo arropa la
satisfacción y el orgullo al principio, y después se queda con la vergüenza, la
tristeza, y generalmente con varias cosas por reparar.
El enojo avisa cuando va a
salir, comienza a tensar los músculos del cuerpo, reduce la respiración, traba
la mandíbula y deja la vista tan fija que parece que tus ojos ya no se pueden
mover. El estómago arde y la tensión avanza desde ahí hasta los hombros, los
brazos y los puños, como si te estuviera cubriendo, pero en realidad está
saliendo de ti.
No podrás hablar con tu enojo
cuando explota, pero sí puedes notar cuando empieza a avisar que quiere salir,
que no lo estás dejando hacer lo que él quiere. En ese momento no es un
monstruo todavía y le puedes pedir que regrese a tu interior, su tamaño es tan
pequeño que tan solo con que le hagas caso se podrá tranquilizar. Cuando avise,
no lo hagas esperar y no tendrás que lidiar con un berrinche más.
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