"Soy amiga del monstruo que está bajo mi cama,
se lleva bien con las voces dentro de mi cabeza"
(Eminem y Rihanna)
"Del otro lado del miedo" es un libro que me gustó mucho y que resulta muy útil para saber lo que es el miedo, entender todos los disfraces que usa para que no podamos reconocerlo, qué efectos tiene en nuestra vida y qué podemos hacer con él, si a fin de cuentas va a seguir estando con nosotros todo el tiempo. Lo mejor de este libro es que el autor, Mario Guerra, se tomó el cuidado de redactarlo en un lenguaje sencillo y entendible, como si se tratara de un maestro de verdad interesado en que sus alumnos aprendan, y el resultado es una lectura interesante que a ratos parece una charla enriquecedora con un amigo que sabe explicar muy bien.
¿Para quién es éste libro? Para cualquiera que desee conocer y enfrentar sus propios miedos, o que desee ayudar a alguien más que tiene problemas para superar un miedo, o simplemente para quien quiera mejorar sus relaciones interpersonales...
De este libro tomé el cuento que reproduzco a continuación, y que me parece una excelente metáfora, espero les guste:
"Alguna vez alguien me contó la historia de una princesa oriental que era conocida por su valor y su destreza en el manejo de las armas. Lo que recuerdo de esta historia es que aquella princesa una mañana se sintió abatida y con pesar. Es verdad que su valentía era grande, pero por más que lo había intentado una y otra vez, había un enemigo al que no había podido vencer y que en cada batalla la derrotaba. Muy frustrada fue a ver a su maestro, al que le contó todo lo que ella sentía.
-
¿Quién es ese formidable contrincante que en
cada ocasión te derrota? - preguntó el maestro.
-
Es el miedo. -respondió la princesa agachando
la mirada.
El maestro guardó silencio por
un momento mientras tomaba un poco de té y luego le dijo a la princesa:
-
No puedo ayudarte porque yo mismo no he
encontrado la manera de derrotar a ese oponente, pero sé quién sí puede decirte
el secreto para vencerlo.
-
Hable ya, se lo suplico, maestro – dijo la
princesa.
-
¿Recuerdas que alguna vez te hablé de la
montaña maldita donde habita un ser terrorífico? Bueno, pues es ahí a donde
debes ir si quieres saber el secreto, pero para que eso suceda debes ir sin
espada y sin escudo, solo portando tu túnica, tus sandalias y una pequeña
alforja donde lleves agua y comida porque el viaje es largo.
-
Pero, maestro – se quejó la princesa -. Usted
mismo me ha contado historias de aquella montaña y el ser que la habita, me ha
dicho que es muy peligroso y agresivo, y ¿ahora me dice que vaya allá sin arma
alguna, escale la montaña y llame a la puerta de esa bestia?
-
Al parecer no estás tan motivada después de
todo para obtener ese secreto. Olvida lo que te he dicho y sigue practicando,
quizá, algún día, logres derrotar a tu oponente – concluyó el maestro mientras
calmadamente se servía otra taza de té.
La princesa, que le tenía gran
cariño y lealtad a su maestro, y pese a su propia resistencia, confió en su
sabiduría y empezó el viaje tal como se lo ordenó, sin arma alguna. Caminó
durante muchas noches hasta que al medio día de un día de esos, llegó a las
faldas de la montaña maldita. Era imponente, y muy alta, en la cima había una
fortaleza donde habitaba aquella criatura infernal. Suspiró y un poco contra su
voluntad empezó el ascenso recordando las palabras de su maestro. El atardecer
se estaba terminando cuando llegó al portón de la fortaleza. Era enorme, y con
razón si la habitaba un gigante. Como pudo llamó a la puerta, de inmediato se
arrepintió y pensó en huir, pero ya era tarde. La puerta se abrió con un
crujido sepulcral y ahí, frente a ella, estaba aquel enorme personaje que
resultó no ser otro que el miedo mismo en persona.
-
¿Qué macabra broma es esta? – pensó la
princesa-. ¿Cómo me envía mi maestro a enfrentar a mi más fuerte enemigo
totalmente indefensa y sin aviso?
El miedo, que ese día usaba su
armadura de la impaciencia, miró a aquella diminuta y “flacucha” princesa
quedar congelada, absorta en sus pensamientos mientras sus ojos se hacían cada
vez más grandes. Impaciente le gritó:
-
¿Qué demonios haces aquí y qué rayos quieres?
La princesa estaba aterrada,
no solo llegó desarmada hasta las puertas de la morada del miedo, sino que,
para colmo, ya lo había hecho enojar. “Y eso que todavía no le digo a qué
vengo”, pensó ella.
El miedo ya se había
desesperado y estaba por cerrar la puerta de un portazo cuando la princesa le
gritó:
-
Miedo, vengo con gran humildad y reverencia a
que me permitas hablar contigo. No he traído armas ni escudo como prueba de mi
buena voluntad.
El miedo la miró y confirmó
que ciertamente no iba armada.
-
¡Vaya, debes ser muy valiente o muy torpe para
presentarte así ante mí! Pero es verdad que lo has hecho con respeto, así que
di lo que tienes que decir y después márchate, que estoy muy ocupado – gritó el
miedo.
La princesa aspiró profundo y
respondió:
-
Vengo a que me digas cómo puedo derrotarte.
El miedo no podría creer lo
que escuchaba.
-
¿Qué vienes a qué cosa? – le preguntó asombrado
-. Ahora confirmo mi sospecha de que estás loca de remate al venirme a
preguntar eso a mí.
Miró fijamente a la princesa a
los ojos y de pronto supo que en su corazón había un gran deseo que ni él mismo
iba a lograr contener si pasaba más tiempo.
-
Está bien, no sé por qué voy a decirte esto,
pero sólo lo voy a decir una vez, así que escucha bien porque después volveré a
mi fortaleza y cerraré la puerta, ¿estás lista?
-
Sí – respondió la princesa emocionada.
-
¿Sabes por qué te derroto en cada batalla? – le
preguntó el miedo -. Te derroto porque hablo muy fuerte, con voz terrorífica y
lo hago muy cerca de tu cara y eso sin duda te asusta, pero el verdadero
secreto de mi victoria está en que te ordeno lo que tienes que hacer y tú haces
lo que te digo. Así que escucha bien. Muy pronto nos volveremos a enfrentar en
combate una vez más, así que volveré a hablar muy fuerte, con voz terrorífica y
lo haré muy cerca de tu cara, después te voy a decir lo que tienes que hacer y
ahí estará tu oportunidad; si tú no haces lo que te digo, entonces yo no tendré
ningún poder sobre de ti y podrás por fin vencerme. Ahora, ya lo sabes.
¡Lárgate y déjame en paz! – vociferó el miedo con voz muy fuerte y terrorífica.
Cuenta la historia que en ese momento la princesa en vez de salir huyendo se quedó de pie frente al miedo feroz y su fortaleza y estos empezaron a desvanecerse lentamente. Al final la princesa pudo verlos por fin como lo que eran: una gran montaña y el feroz rugido del viento."
Hasta luego.
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