"Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-"
Antonio Machado
Nuestra memoria visual es frágil,
incluso las vivencias más significativas de nuestra vida pueden ser recordadas,
o mejor dicho, recreadas de una manera que convenza más a nuestra historia
personal, a nuestra autoimagen. Basta con cerrar los ojos y tratar de recordar
cómo es nuestra mano, o con escoger un color al azar y tratar de identificarlo
entre otros colores de tonos parecidos, para saber que la percepción visual no
puede registrar fielmente todos los datos que capta, por muy atentos que
estemos a nuestro entorno.
Como en todo, hay honrosas
excepciones y conozco algunas personas con excelente memoria visual. Pero son
eso: excepciones con un don natural o que resultan de continuos entrenamientos.
Yo creí "ciegamente" en la leyenda de que los
ojos son nuestras ventanas al mundo y mandé a sus sombras a mis demás sentidos.
No me di cuenta de que yo mismo estaba privándome de ver la importancia de los
otros sentidos, porque escuché muchas veces esa gran verdad hasta que me la
creí. Entonces resultó que un sentido que ha influido demasiado en mi vida –y en
la de todos- es el oído.
Conviene que todos nos demos un
tiempo para saber cuántas "verdades" hemos escuchado y creído. En su
momento diríamos de algunas que no las creíamos, y que parecían hasta
contrarias a nuestros valores. Pero hay muchas frases resonando en el interior
de nuestra cabeza, más de las que uno recuerda conscientemente, y han guiado
muchas de nuestras actitudes a lo largo de los años.
Algunas frases son
discriminadoras: dicen que hay gente "buena" y gente "mala"
según por sus creencias o por algunos rasgos físicos; otras frases nos hacen
compararnos con otras personas y ya se sabe que en una comparación siempre
habrá alguien que salga ganando y alguien que salga perdiendo; otras frases
hablan del sacrificio como un valor admirable, así que muchas veces nos dejamos
ganar en algunas situaciones no muy importantes siguiendo esta creencia. Nos
han dicho muchas cosas y muchas de ellas se han quedado grabadas. Sobre todo
aquellas que dijeron las personas más importantes o cercanas durante los años
de formación, como los padres, hermanos, tíos, abuelos, algunos maestros y
amigos…
Así se forma el diálogo interno,
pues cuando estamos creciendo confiamos y dependemos de otras personas y su
palabra se vuelve mucho más valiosa de lo que esas personas alcanzan a
dimensionar. Escuchamos muchas cosas acerca de lo que es el mundo, lo que es correcto
y lo incorrecto. Guardamos todo tipo de voces: tercas y flexibles, autoritarias
y suaves, duras y comprensivas...
"Una persona aburrida es la que habla cuando deseas que te escuche"
Ambrose Bierce
Lo que hemos escuchado ha
permitido hacer a cada quien su ruta de viaje: acercarse más a unas metas y
alejarse de otras según coincidan o no con lo que creemos, y lo que creemos se
ha formado a lo largo de todas esas frases e ideas grabadas desde la infancia.
Porque las frases que guardamos
de nuestros seres queridos o importantes se volvieron nuestras. O eso es lo que
nos decimos en nuestro diálogo interno. Si estuviéramos conscientes de que son
frases ajenas, no habría ninguna confusión, pero se graban por medio de
mecanismos sofisticados como la introyección.
El diálogo interno se vuelve un
problema cuando grabamos en nuestro pensamiento frases que quitan vida,
insultos, comparaciones con nuestros hermanos o con otras personas… si al
crecer seguimos repitiéndonos los regaños y las frases despectivas que alguna
vez nos dijeron cuando éramos chicos, seguiremos programándonos para no ser
aceptados, para cometer errores, para justificar esa creencia de ser menos
capaz o valiosos que otras personas. De ese tamaño es el peso de las frases que
elegimos guardar en los archivos de nuestra mente.
Por el contrario, si conseguimos
hacernos amigos de nuestro diálogo interno y percibir nuestra persona íntegra,
de manera realista, entonces podremos reconocer nuestros logros, habilidades y
capacidades para utilizarlas adecuadamente; un diálogo interno sano también
ayuda a identificar los puntos débiles de nuestro ser, de nuestro quehacer y de
nuestras relaciones y nos impulsa a buscar opciones para corregirnos y mejorar.
"Es peligroso escuchar. Se corre el riesgo de que lo convenzan; y un hombre que permite que le convenzan con una razón, es un ser absolutamente irracional"
Oscar Wilde
Sigamos con el diálogo interior que nos sirve
para estructurar y entender los nuevos conceptos, ideas y conocimientos que
recibimos. Nuestro diálogo interior nos permite ser mejores amigos de nosotros
mismos, solo debemos tener cuidado de no darnos mucho por nuestro lado y hacer
caso de aquello que debemos y podemos mejorar en nuestra persona.
Hasta luego.
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