jueves, 22 de agosto de 2013

Diálogo interior: Vista y oído

"Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-"
Antonio Machado


Nuestra memoria visual es frágil, incluso las vivencias más significativas de nuestra vida pueden ser recordadas, o mejor dicho, recreadas de una manera que convenza más a nuestra historia personal, a nuestra autoimagen. Basta con cerrar los ojos y tratar de recordar cómo es nuestra mano, o con escoger un color al azar y tratar de identificarlo entre otros colores de tonos parecidos, para saber que la percepción visual no puede registrar fielmente todos los datos que capta, por muy atentos que estemos a nuestro entorno.

Como en todo, hay honrosas excepciones y conozco algunas personas con excelente memoria visual. Pero son eso: excepciones con un don natural o que resultan de continuos entrenamientos.


Yo creí "ciegamente" en la leyenda de que los ojos son nuestras ventanas al mundo y mandé a sus sombras a mis demás sentidos. No me di cuenta de que yo mismo estaba privándome de ver la importancia de los otros sentidos, porque escuché muchas veces esa gran verdad hasta que me la creí. Entonces resultó que un sentido que ha influido demasiado en mi vida –y en la de todos- es el oído.


Conviene que todos nos demos un tiempo para saber cuántas "verdades" hemos escuchado y creído. En su momento diríamos de algunas que no las creíamos, y que parecían hasta contrarias a nuestros valores. Pero hay muchas frases resonando en el interior de nuestra cabeza, más de las que uno recuerda conscientemente, y han guiado muchas de nuestras actitudes a lo largo de los años.

Algunas frases son discriminadoras: dicen que hay gente "buena" y gente "mala" según por sus creencias o por algunos rasgos físicos; otras frases nos hacen compararnos con otras personas y ya se sabe que en una comparación siempre habrá alguien que salga ganando y alguien que salga perdiendo; otras frases hablan del sacrificio como un valor admirable, así que muchas veces nos dejamos ganar en algunas situaciones no muy importantes siguiendo esta creencia. Nos han dicho muchas cosas y muchas de ellas se han quedado grabadas. Sobre todo aquellas que dijeron las personas más importantes o cercanas durante los años de formación, como los padres, hermanos, tíos, abuelos, algunos maestros y amigos… 


Así se forma el diálogo interno, pues cuando estamos creciendo confiamos y dependemos de otras personas y su palabra se vuelve mucho más valiosa de lo que esas personas alcanzan a dimensionar. Escuchamos muchas cosas acerca de lo que es el mundo, lo que es correcto y lo incorrecto. Guardamos todo tipo de voces: tercas y flexibles, autoritarias y suaves, duras y comprensivas... 

"Una persona aburrida es la que habla cuando deseas que te escuche"
Ambrose Bierce

Lo que hemos escuchado ha permitido hacer a cada quien su ruta de viaje: acercarse más a unas metas y alejarse de otras según coincidan o no con lo que creemos, y lo que creemos se ha formado a lo largo de todas esas frases e ideas grabadas desde la infancia.

Porque las frases que guardamos de nuestros seres queridos o importantes se volvieron nuestras. O eso es lo que nos decimos en nuestro diálogo interno. Si estuviéramos conscientes de que son frases ajenas, no habría ninguna confusión, pero se graban por medio de mecanismos sofisticados como la introyección.


El diálogo interno se vuelve un problema cuando grabamos en nuestro pensamiento frases que quitan vida, insultos, comparaciones con nuestros hermanos o con otras personas… si al crecer seguimos repitiéndonos los regaños y las frases despectivas que alguna vez nos dijeron cuando éramos chicos, seguiremos programándonos para no ser aceptados, para cometer errores, para justificar esa creencia de ser menos capaz o valiosos que otras personas. De ese tamaño es el peso de las frases que elegimos guardar en los archivos de nuestra mente.


Por el contrario, si conseguimos hacernos amigos de nuestro diálogo interno y percibir nuestra persona íntegra, de manera realista, entonces podremos reconocer nuestros logros, habilidades y capacidades para utilizarlas adecuadamente; un diálogo interno sano también ayuda a identificar los puntos débiles de nuestro ser, de nuestro quehacer y de nuestras relaciones y nos impulsa a buscar opciones para corregirnos y mejorar.

Conociendo esto, podemos enfocar el trabajo con nuestro diálogo interno a colocar en su justo lugar y con su verdadero valor las frases que hemos escuchado y guardado con mucha lealtad a lo largo de los años: no tenemos por qué serle fieles a lo que escuchó hace 10, 20, 30 o 40 años en boca de una persona que expresaba su opinión para ese momento, pero eso es algo que nuestro niño interno debe descubrir y creer sin que uno se lo diga, de lo contrario solamente tendrá unas frases más para guardar en su colección.

"Es peligroso escuchar. Se corre el riesgo de que lo convenzan; y un hombre que permite que le convenzan con una razón, es un ser absolutamente irracional"
Oscar Wilde

Sigamos con el diálogo interior que nos sirve para estructurar y entender los nuevos conceptos, ideas y conocimientos que recibimos. Nuestro diálogo interior nos permite ser mejores amigos de nosotros mismos, solo debemos tener cuidado de no darnos mucho por nuestro lado y hacer caso de aquello que debemos y podemos mejorar en nuestra persona.

Hasta luego.

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