¡Qué gusto me da que la muerte sigue sonriendo indiferente cuando te ve!
Te mira y te ignora, como quien pasa junto a un gato o un perro callejero y no lo deja acercarse.
Y más gusto me da cuando me encuentro de nuevo a esa misma muerte en otro sepelio, en otra noticia o nada más por azar y no recuerda ni tu nombre ni tu rostro ni su suerte de haberse topado aunque sea de rozón contigo.
¡Bendita arrogancia la suya! Que siga así porque si te presta atención se va a dar cuenta de todo lo que vales simplemente por ser tú y entonces afectaría mucho mi vida y la de otros que celebramos que estés, no para siempre en la tierra, pero por suerte coincidiendo aquí y ahora.